viernes, 3 de septiembre de 2010

MANUEL LOBOS

ROMANCE DEL NIÑO JUAN MANUEL

Año 1806-1807

Nacido de Ortiz de Rosas el pequeño Juan Manuel
sirviendo un cañón pesáo ganó su primer laurel.
Su bravura en la batalla con Liniers reconoció
pues lo vio en la Reconquista enfrientando al invasor.
En el cuerpo Migueletes su coraje se templó
hasta que un corvo afilado profesión le señaló.

¡Pedazo de historia, niño Juan Manuel!
El sol de tu tierra volvió a renacer;
sus rayos dorados los vieron caer
sobre tu cabello un atardecer.

Qué contento el de sus padres tras la segunda invasión,
una carta del alcalde los felicita a los dos.
El niño de trece años ha descolláo en la acción;
lo festeja Buenos Aires ya libre de la opresión.

Pequeño soldado, niño Juan Manuel:
Cubierto de gloria deberás crecer.
Cabecita rubia que parece arder
tu ingrato destino para encarnecer.


LA COLORADA DEL MONTE

Año 1820

Juan Manuel se fue al campo con Dorrego y Terrero.
Rejuntando indios y gauchos fundó el primer saladero.
Ahura habita en Los Cerrillos y lo vemos de estanciero.
Entre gente de cuchillo va volviéndose de acero,
domando a los indios pillos, reformando al pendenciero.
Al puesto la Independencia un hombre llega aflijido;
el chasque busca asistencia pa'l gobierno desvalido:
La revolución se ha alzáo, ya se impuso la anarquía;
le pide tropa prestada y Juan Manuel no vacila.
Los Coloráos del Monte se forman pa' la partida.

La llaman la Colorada y en la Pampa se cantó
cuando el comandante Rosas pa' Buenos Aires rumbeó.
Con todita la peonada al quinto ya lo formó;
en la estancia Los Cerrillos dos mil ya se reclutó.
Junto con Martín Rodríguez va a Rosas a combatir;
por la ciudad se dentraron y pronto la han de rendir.
La Colorada del Monte se baila con las espuelas
y sobre un lomo no para por más que duela.

Esta refalosa es pa' resbalar.
Los amotinados la han de bailar.
Bajo la Recova vamos a pelear.

Hay lucha en la Plaza Grande, Pagola se acontonó,
y al frente de San Francisco una trinchera cavó.
Cargaron los Colorados, silenciaron al cañón.
Con lanzas como peludos de sus cuevas los sacó.
Juan Manuel dentró en el Fuerte al láo del gobernador;
se oyó a don Martín Rodríguez elogiando su valor.
Tordillo de patas negras jineteaba el vencedor,
la del monte con sus cascos ahí nomás repica el peón.

Esta refalosa es vino a resbalar,
bajo del Cabildo junto aquel pilar
a chuza y espada supimos triunfar.


EL SEÑOR DE LA PAMPA

Año 1822

En su estancia que es modelo trabajan sesenta aráos.
Centenares de paisanos y hasta mil indios a sueldo.
Otro surco ha trazáo pa' dirigir su peonada:
Allí el robo y la mentira con el cepo se castigan.
Los duelos a cullidas es raro que se repitan.
No hay borrachos ni entreveros.
Al tiempo sólo lo ocupan la parición del ganáo
y el cuidáo del pastoreo.

A Rosas de pura envidia
llaman señor de la Pampa.
No me importa que digan;
de varón tiene la estampa.

Con sus fletes delicáos
y en la sortija no yerra.
Siempre lo han visto montáo
en la doma y en la guerra.

Se conoce las estancias
por el gusto de su pasto
y sabe de las sustancias
que forman el campo vasto.

Ah, pactó con los salvajes;
desarmáo se les arrima,
y ellos al ver su coraje
como amigo ya lo miran.

El idioma de los pampas
lo aprendió en el campo abierto;
diestro con las boleadoras,
con el lazo y el desierto.

Pa' completar sus hazañas
le gusta jugar al pato.
Malambeando se da maña;
lo han visto puntear un gato.

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